Becaria en Oriente. III
- Elisa García Faya
- Jan 30, 2017
- 3 min read
En mi recorrido me he topado con gente maravillosa. Es el caso de Miguel Aramburu, propietario de uno de los más antiguos llagares de sidra de la zona y promotor de la iniciativa “cine en la calle”, de Arriondas. También el de Jorge Cerra y Amalia Sierra. Un matrimonio que me recibió en su casa para dar voz al desastre que el desbordamiento de los ríos Sella y Acebo provocó hace ya 25 años en Vega.
He hecho, en otro orden de cosas, muchos reportajes de temática infantil, algo muy importante en las agendas de verano de los municipios asturianos. En este sentido tengo que aprovechar también para agradecer su apoyo a Vanesa Sánchez y a Verónica Blanco, concejalas de Festejos y Cultura de Ribadesella respectivamente. También a la alcaldesa, Charo Fernández, de Foro Asturias. Sobre todo por el fantástico balance que me dio tras la fiesta de Las Piraguas. Gracias también a Carlos Piélagos, coordinador de deportes de Ribadesella y a las chicas del Museo de Tito Bustillo por su paciencia y dedicación. También a Luis Mario Arce y a Lucas Blanco, de La Nueva España.

A mi madre por su interés y su atención al escucharme leer en voz alta cada uno de mis artículos en la cocina para mandarlos después. A mi abuela, por prestarme su despacho para dar forma a la noticia. También por los millones de cafés o “les patatines” que a lo largo del verano me habrá podido ofrecer.
Tengo que decir también que durante este verano he tenido el placer de conocer a un chaval de 103 años que tenía siempre algo que enseñar con cada una de sus palabras y al que admiro por seguir tocando a día de hoy el piano. He viajado en el tiempo gracias al mercado de Benia de Onís y he conocido fiestas como la de Coceña o la de Santolaya en Villahormes (Villajormes).
Desde luego romerías por pisar me han faltado pocas en el Oriente. Si no he estado en todas, sí en muchas, incluidas las de Los Carriles y Buelna. Ferias del queso, días del bollu, subastas del ramu y mercados de todo tipo, medievales, marineros y tradicionales. Pero al margen de todo esto uno de los mejores recuerdos que me llevo de vuelta a Madrid es el reportaje de la reunión, en el Museo Jurásico de Colunga, de los niños saharauis a los que acogen las familias asturianas en periodo estival. Sus sonrisas despertaron en mi algo que todavía hoy me cuesta explicar. También archivo con cariño el recuerdo de esas bodas de oro que la familia Corripio Alonso celebró en el santuario de Covadonga.
Al escribir estas líneas me doy cuenta de que son muchos los buenos momentos que acumulo en mi memoria. En cambio reconozco que he estado a punto de tirar la toalla en más de una ocasión. No ha sido fácil sacrificar todo un verano. Mucho menos a sabiendas de que el horario había de ser “flexible, en función de las necesidades de redacción”, según convenio, y de que si un periodista no tiene un sueldo desorbitado, mucho menos iba a tenerlo un becario. Me quedo con todas esas personas a las que les ha hecho ilusión protagonizar mis reportajes y con esa mujer a la que califico como mi ángel del verano. Apareció de forma inesperada en el desfile de moda de Ribadesella. Me pidió que me apartase de la multitud tratándome de usted y me dijo que admiraba mi trabajo. Me comentó asimismo que estaba interesada en una de las fotografías que me habían publicado y anoté su email. Casualmente sus apellidos son los de mi padre a la inversa.
A los pocos días me respondió al correo en el que adjuntaba la imagen alagando mis escritos de nuevo. Cuando creí que no volvería a saber nada de ella, con motivo del reportaje de las olimpiadas a la asturiana de Benia, volví recibir noticias suyas. Con todo y con ello, la balanza en este 2013 pesa más del lado de las cosas positivas. Así tiene que ser y así ha sido. Gracias a quienes lo habéis hecho posible.
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