Por 'culpa' de un mail viejo
- Elisa García Faya
- Nov 19, 2019
- 6 min read

'¡Entérate ya!'. Eso fue lo que me dije hace unos días cuando, mientras buscaba quéseyo en mi bandeja de salida me topé con un mail que le mandé a mi novio hace ya mucho tiempo. Como muchos sabréis, viví año y pico en Londres y, aunque ahora recuerdo la experiencia con muchísimo cariño, no todo fue tan guay como lo pinto. El mail en cuestión lo escribí cuando acababa de concluir mi 'primera etapa en Londres'. Terminé el curso en Condé Nast College y tocaba buscar trabajo. Hasta entonces la ciudad no había sido lo que yo esperaba y en esta especie de carta cuento lo que me gustaría haberme encontrado. ¡Bueno! ¡No me lío más! Os dejo el mail que le mandé a Quique y os cuento al final cómo se resolvió todo.
de: Elisa García- Faya <e...com> para: enrique botella <e....com> fecha: 4 mar. 2017 1:27 asunto: enviado por:
gmail.com
Soy una persona de emociones encontradas. Tan pronto me encuentro arriba como abajo. Toda la vida creyendo que tenia un problema de hiperactividad y calificándome a mi misma de culo inquieto cuando en realidad lo que me pasa es que soy jodidamente bipolar. Vivo en una ciudad con la que muchos sueñan y todavía no me he dado cuenta. O sí. Pero solo a ratos. No he terminado de comprender que soy tremendamente afortunada por haber conseguido venir a estudiar aquí y haber encontrado trabajo. Y lo que es mas importante, haber hecho todas estas cosas de la mano de la persona a la que mas quiero en el mundo. Con la que quiero compartir el resto de mi vida. Porque me has enseñado a crecer y a ser valiente y sigues poniendo empeño cada día en hacerme mujer y verme madurar. Eres muy valiente y tu esfuerzo dice todo de ti.
Quiero decirte que creo que me he precipitado esta semana tomando decisiones y haciendo saber a todo el mundo que quiero volver a España más pronto que tarde. Creo que he exteriorizado demasiado pero TODO PASA POR ALGO y creo que necesitaba sacar mis pensamientos, pronunciarlos. Se lo he dicho hasta a la gente de la tienda. A Gerardo, a Javi, a Pati, a Paula, a Lucia, a Ana. Y me ha ayudado. Me ha ayudado de verdad. Porque me encantaría tener una carta de la Elisa del pasado para la Elisa del presente. Una carta que hubiese escrito hace solo unos meses. Antes de ir a Bali cuando te decía que todo lo que estaba por venir me apetecía. Es verdad que soy muy ingenua y que a veces me ilusiono muy rápido y solo veo lo idílico de las cosas.
Imaginé un Londres con tarima oscura y paredes blancas. Con barandillas de madera en las escaleras y grandes ventanas hasta el techo donde sentarme a leer. Imagine un Londres en que tu estabas a mi lado desde el momento en que volviéramos después de Navidad. Sé que nunca me lo prometiste así pero yo me monté mi película como de costumbre. Imaginé un Londres donde poder ir al gimnasio y donde me trajeran la compra a casa cómodamente. Un Londres en el que poder controlar mis gastos y poder darme mis caprichitos de vez en cuando. Un Londres interrumpido por escapadas y excursiones. Un Londres de música. Hasta quería traerme la guitarra y tocar el los clubs…
Encontré un Londres de un gris casi negro. Donde en el metro hay huelgas cada dos por tres. Un Londres en el que apenas sale el sol y si lo hace duelen los ojos. Cuando el cielo es gris los dolores de cabeza son tremendos. La soledad me puede, me vence. Me debilita. Trabajo ocho horas al día de pie y mis pies no dejan de doler. Mis piernas lo mismo. Me veo gorda y me he dejado de preocupar por mi físico. No disfruto al maquillarme. Me pinto porque sé que trabajo de cara al público y que el maquillaje es, como quien dice, una exigencia del guion. Tengo frío. Mucho frío pero lo que peor llevo es la soledad. Me encanta tener todo en su sitio y me gusta tener que limpiar y poner lavadoras. Lo hice en Madrid en Navidad por ayudar a mi madre y también lo disfruté. Aunque al final acabé acomodándome y dejando que ella lo hiciera. Adoro mi cama gigante, que en Madrid también tendré. Pero me gusta, lo que más, que llegue el jueves y tener que pensar “Eli aprovecha, duerme en diagonal”. Me gusta despertarme contigo y también sola y sin ti. Odio desayunar sola. Como el doble, engullo y la comida no tiene sabor. ¡Qué más da tener siempre aguacate en la nevera! ¡Qué mas da el pan tostado o que el aceite en Londres ya no sea caro! ¡Qué más da si como de cara a la pared!
Tampoco me ilusiona en exceso irme a vivir con Otto y Joao. Sé que forzarme a sonreír me ayuda porque, de hecho, suelo llegar triste a la tienda cada mañana y sin embargo salgo feliz y cargada de energía por cansada que esté. Llego a casa y mis piernas quieren reventar. Mi cara se pone roja como el hierro ardiendo porque estoy teniendo muchos problemas en la piel. Y me levanto siempre con dolor de cabeza por la tensión que acumulo al dormir. Pero, a fuerza de sonreír, porque es lo que toca cuando trabajas en 'retail' acabo creyéndome que soy feliz.. y es que ¿en el fondo de que coño me quejo?
Muchos quisieran estar en mi lugar. ¡Pero joder! Echo de menos tumbarme en el sofá con mi padre después de cenar y recostarme en su pecho. Echo de menos pintarme las uñas en la mesa de nuestra diminuta cocina cuando mi madre prepara la cena. Echo de menos ese “Mamá, Quique viene a cenar, ¿vale?”. O el calorcito que ponías a la vuelta del cine en el asiento del coche de tu madre. O tu cabezonería porque comiese palomitas. Cuando quedábamos para jugar al Party and Co.
Me encanta tener las cosas en su sitio. Cocinar y comer lo que me da la real gana. Aunque no sepa a nada. Ir creciendo y aprendiendo. Me encantaría, no sabes cuánto, poder tener la certeza de que vas a estar aquí en breve porque entonces te juro que no me importaría quedarme toda la vida. Porque llenas todos esos huecos de las cosas que más echo de menos. Me completas y te juro por lo que más quieras que no me hace falta nada si te tengo a ti. Que renuncio a cualquier cosa y que me voy contigo al fin del mundo pero esta incertidumbre me consume. No puedo más y creo que tengo que tomar una decisión. No sé cual porque una gran parte de mi quiere quedarse aquí y experimentar lo que podría ser vivir contigo. Otra quiere irse a España y labrarse un futuro. Esperarte. Ahorrar. Vivir sin ti y reservarle eso al futuro. Casarme contigo cuando nos sea posible a tu vuelta y entonces vivir contigo para siempre. Sé que estoy siendo una esponja y que aprendo cosas nuevas cada día. Que cada vez me quiero más a mi misma y que me he dado cuenta de que no soy fría. Soy cálida sensible y cariñosa. Que en un mes me he ganado a una plantilla entera y eso que creía que no sabia trabajar en equipo. Antes de que yo llegase nunca habían salido juntos de fiesta. Eso dice mucho. Estoy cambiando. Para bien. Adoro a la gente que me rodea y he conocido personas maravillosas. De verdad que la casa me apetece. La nueva digo. Pero sé que tendré que forzarme. Soy de malas vísperas. No se lo que aguantare. Me asaltan las dudas. Esto es una lista de pros y contras en toda regla pero sigo sin saber que parte pesa más. Ayúdame a averiguarlo. Los cambios me matan y soy de las que piensan que lo malo conocido es mejor que lo bueno por conocer. ¿Ted Baker y Caledonian Road? ¿Karla Otto y Maida Vale?

Si habéis llegado al final de la carta os merecéis saber que ese Londres que 'imaginé' llegó. Que todo lo que digo que me gustaría haber tenido, lo tuve. Que con Otto y Joao viví feliz. Decidí volver porque la familia pesa y Quique y yo vimos aquí puertas abiertas. Es verdad que la luz no llegó. Al menos no la que dependía de la climatología. Pero, por culpa de este viejo mail, me he dado cuenta de que ya tengo esa carta de la Elisa del pasado para la Elisa del futuro. Justo como la pedí. Por culpa de este viejo mail he visto que SI QUIERES, PUEDES. Que todo lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad. ¿Os suena? Todo pasa por algo. Y saber que es así nos hace INVENCIBLES.
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